domingo, 24 de agosto de 2014

PREGUNTAR DEMASIADO - ANDREA GIBSON

Quiero que me hables sobre todas las personas de las que te has enamorado.

Dime por qué las amaste, y por qué ellas te amaron.

Cuéntame sobre un día en tu vida que pensaste que no superarías.

Dime qué significa para ti la palabra “hogar”.

Y descríbeme tu habitación de cuando tenías 8 años de una manera en la que pueda adivinar el nombre de tu madre.

Verás, quiero saber la primera vez que sentiste el peso del odio, y si ese día aún retumba a través de tus huesos

¿Prefieres chapotear en la lluvia o hacer bolas de nieve?

Y si fueras a fabricar un muñeco de nieve, ¿romperías dos ramas del árbol para fabricar brazos a tu muñeco?

¿O dejarías a tu muñeco de nieve manco por no ver al árbol sin brazos?

Y si lo hicieras, ¿te percatarías de que el árbol llora por ti desde que sabe que tu muñeco de nieve no tiene brazos para abrazarte cada vez que lo beses en la mejilla?

¿Besas a tus amigos en la mejilla?

¿Duermes a su lado cuando están tristes, aunque eso enfade a tu amada?

¿Piensas que el enfado es una emoción sincera, o solo la respuesta tímida de un corazón frágil en un intento de alejar el dolor?

Quiero saber qué piensas sobre tu nombre.

Y si alguna vez te despiertas en la noche e imaginas la alegría de tu madre al pronunciarlo por primera vez.

Quiero que me cuentes todas las maneras en las que has sido desagradable.

Todas las formas en las que has sido cruel.

Cuéntamelo – sabiendo que a menudo me imagino a Gandhi con diez años, maltratando a sus compañeros de escuela.

Si caminaras por una planta química, donde el humo se filtra hacia el exterior y llena el cielo con oscuras, negras nubes, ¿gritarías “¡veneno” realmente fuerte, o susurrarías, “esa nube parece un pez, aquella un hada”?

¿Crees que María era realmente virgen?

¿Y que Moisés realmente dividió el mar?

Y si no crees en los milagros, ¿cómo me explicarías el milagro de mi vida?

Quiero saber si crees en algún dios, o en diversos dioses. O mejor aún, qué dioses creen en ti.

Y todas las veces que te has arrodillado sobre el templo de tu persona, ¿tus plegarias se han vuelto realidad?

Y por el contrario, ¿no te sentiste rechazado? Y… ¿rechazado por quién[es]?

Quiero saber qué ves en el espejo un día que te sientas bien.

Quiero saber qué ves en el espejo un día que te sientas mal.

Quiero conocer a la primera persona que te enseñó que tu belleza nunca podría quedar reflejada en una sucia copa de cristal.

Y si alguna vez alcanzaras una gran cultura,

¿recordarías cómo sonreír?

¿Alguna vez has sido una canción?

¿Pensarías peor de mí si te dijera que he vivido toda mi vida fuera de tono, y no soy tan inteligente como mi poesía? Acabo plagiando los pensamientos de la gente a mi alrededor que ha aprendido la sabiduría del silencio.

¿Crees que el hormigón perpetúa la violencia?

Y si no, quiero que me digas de un prado donde mi monopatín se elevaría.

Quiero saber más que lo que haces para ganarte la vida.

Quiero saber qué parte de tu vida gastas sólo en dar.

Y si te quieres lo suficiente para permitirte recibir, también, algunas veces.

Quiero saber si alguna vez sangras a través de las heridas de otra gente.

Y si sueñas, a veces, que la vida es sólo un globo que puedes hacer explotar cada vez que lo desees – pero es algo que nunca harías porque no quieres que nunca deje de seguir.

Si un árbol cayera en el bosque, y fueras el único en oírlo, si su caída en el suelo no hiciera sonido alguno, ¿dudarías de la certeza de tu propia existencia, o tomarías el sol en la dicha de tu nada?

Y por último, déjame preguntarte esto:

Si tú y yo diésemos un paseo, y no hablásemos en todo el camino, ¿crees que nos besaríamos eventualmente?

No, espera. Eso es preguntar demasiado – después de todo, es sólo nuestra primera cita.

domingo, 10 de agosto de 2014

SI PREGUNTAN POR MÍ - BEATRIZ ZULUAGA

Si preguntan por mí...
diles que salí a cobrar la vieja deuda
que no pude esperar que a la vida
se le diera la gana de llegar
a mi puerta.
Diles que salí definitivamente
a dar la cara sin pinturas
y sin trajes el cuerpo.
Si preguntan por mí...
diles que apagué el fuego,
dejé la olla limpia y desnuda la cama,
me cansé de esperar la esperanza
y fui a buscarla.
Diles que no me llamen...
Quité el disco que entretenía en boleros
el beso y el abrazo
la copa estrellé contra el espejo
porque necesitaba convertir
el vino en sangre
ya que jamás se dio el milagro
de convertirse el agua en vino.
Si preguntan por mí...
diles que salí a cobrar la deuda
que tenían conmigo el amor,
el fuego, el pan, la sábana y el vino,
que eché llave a la puerta
y no regreso.
¡Definitivamente diles
que me mudé de casa!