Amar es escuchar sobre tu pecho,
Amar es una envidia verde y muda,
Amar es provocar el dulce instante
Pero amar es también cerrar los ojos,

Y caer desde nunca, desde cada
vértice en el perfecto mecanismo
del azar que celebra en su mutismo
la creación, esa fábula encarnada.
Y yacer en las márgenes del sueño
donde la realidad es un pequeño
pez que burla las redes de la aurora
y revuelve las aguas del pasado
donde Dios se contempla ensimismado
y padece la luz que nos devora.
No tuve grandes ojos, y ahora aún me falta
el gracioso caer de ondulada melena;
tampoco es mío el rosa que reanima y esmalta
las mejillas y labios, con tono de verbena.
Se dice que subyuga por lo manso mi acento
¿Puede que a fuer de cauto alcance a ser ternura?,
un eco susurrante del jardín bajo el viento,
pero quien describiese con justeza mi traza
verá cómo responde toda la arquitectura
al tobillo delgado de la mujer de raza.